Ámbar {Libre}

Viernes por la mañana.

Somnolienta y despeinada, la joven de cabellos rosa escondió su melena con una gorra antes de salir a la calle, llevaba puesta una remera algo holgada y unos leggins negros, aquello sin duda la hacía ver más pequeña de lo que era en realidad, su cara de pocos amigos hacía que la gente no se le acercara, algunos la reconocían y sabían que era mejor no meterse en su camino, pero otros se le quedaban mirando por el simple hecho de lo llamativa que resultaba ser su persona.

Hoy era un día especial, no agradable… pero especial de todas formas, entró a una cafetería para pedir un mocca, disfrutaba en grande un buen café, el aroma la inundaba y el sabor dulce del azúcar la recomponía inmediatamente de su estado adormilado, estuvo un buen rato sentada observando simplemente como pasaba la gente, no perdía detalle de sus rostros, le sorprendió la hostilidad de la mayoría hacia sus esclavos, aunque era algo normal a ella siempre le desagradaba, prestó especial atención a una señora que comenzaba a gritar y golpear a su esclavo por dejar caer sus bolsas, la escena no era percibida por nadie ¿Cómo era posible que nadie hiciera nada?, apretó sus dientes solo de la rabia que crecía poco a poco en ella, recordó su padre… su infancia, quería pararse y golpearla para detenerla pero no podía, no tenía por qué intervenir en algo que no era de su incumbencia, trató de focalizar sus pensamientos en lo que deseaba comprar pero le era imposible, el esclavo era casi un niño y estaba llorando, se notaba el miedo en sus ojos y finalmente la ira se apoderó de ella, para cuando reaccionó, la joven de ojos color ámbar estaba apretando fuertemente la mano de la señora y tuvo que reprimir un inminente golpe que quedó a centímetros del rostro de aquella mujer hostil, pronto, era el centro de atención de varias personas, el niño horrorizado ante la escena había gritado y la mujer altanera sin más preámbulos la golpeó de tal forma ante su impertinencia que le botó sus anteojos, la marca de la mano en su delicado rostro le ardía pero prefirió no hacer nada, el niño apenas si pudo recoger las cosas para llevarlas donde su dueña,  ella no tuvo más opción que huir, si se quedaba ahí plasmada tendría problemas de autocontrol… así que corrió hasta una plaza donde se dejó caer en una banca y se quedó mirando el cielo, se frotó sus ojos ya que sin sus lentes no podía ver muy bien, los había olvidado pero no quería regresar por ellos.