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Mensaje por Alex Redznikov Lun Nov 23, 2015 1:10 am

Despertar era la peor parte de vivir sin duda alguna. Cada que abría sus ojos  se daba cuenta que el efecto de los narcóticos  había desaparecido y que todo lo dolía a consecuencia. A primera hora de la mañana tomaba un whisky acompañado de cristales de excelente calidad, eso le daba tiempo de relajarse y disfrutar de un buen baño. Vivía sola en una pequeña casucha que solo servía para llegar a dormir, drogarse y acumular polvo.  Nunca llevaba personas ahí, ni siquiera a sus pocos clientes. De cierto modo amaba la privacidad de vivir sola y poder andar desnuda e intoxicada por pasillos y cuartos, aparte, tampoco es que ese lugar fuera muy habitable, sin embargo tenía lo necesario para vivir cómodamente, por ejemplo, su súper estéreo con música de todas las épocas, el referí lleno de alcohol, comida chatarra y drogas. Una tele que medio servía, una ducha con agua caliente, una cama mullida y un retrete decente. Hablando de retretes...
Con todas las prisas del mundo la morena salido disparada desde aquella tibia cama al baño, urgiendo llegar para descargar todo el veneno que consumió la noche pasada. Se echó el cabello para atrás y apenas llegando al retrete acercó la cabeza para vomitar, espasmos y temblores le recorrieron todo el cuerpo, sentía todo su esófago quemarse gracias a sus propios jugos gástricos, ardía una mierda pero tampoco podía dejar de vomitar. Se quedo sentada contra el mueble de cerámica barata durante veinte minutos hasta que sus fuerzas gastadas en depurar su interior volvieron a sus piernas y si vientre. Aún temblando, se levanto y con paso más lento que el de un anciano llego hasta su estéreo, lo prendió y entonces empedo la magia. Las tan conocidas notas de "Stand By Me" empezaron a decorar los silencios del inmueble mientras nuestra pelinegra se volvía al baño para una ducha caliente.

—When the night has come, and the land is dark, and the moon is the only light we see...—

Su voz era tan agraciada como su cuerpo.  Alcanzaba las notas más altas sin problema y llegar a las bajas le costaba solo lo que se tardará afinando. En realidad de haber buscado carrera como cantante en lugar de asesina o sexoservidora tal vez hubiera obtenido dinero mucho más rápido y menos peligrosamente. Pero bueno, ya no estaba a tiempo para corregir nada.

Su baño duro treinta minutos más, be los cuales no hizo más que perder el tiempo jugueteando con el agua y el jabón, al salir del agua seco su cuerpo y después su cabello, sin embargo no se vistió, la hora era perfecta para tomar un baño de sol. Se recostó en una hamaca amarrada a un árbol dentro del jardín y se quedó disfrutando los rayos de sol que entibiaban su piel morena. Había una suave brisa exquisita para acompañar el momento. Apenas había vuelto de su última misión y estaba en un lapso de "descanso" Así que podía perder el tiempo en lo que quisiera antes de su próxima tarea.

El sol tostó su piel durante quince minutos, pasaron quince largos minutos que uso para pensar en las personas que había asesinado en ese último trabajo, no había sido tan divertido, los matones habían resultado ser unas mariquitas rastreras que huyeron al primer atisbo de perder la vida, gente como esa hacía que Alex perdiera los estribos y se volviera una completa sadica. Al final el trabajo fue terminado el mismo día que inició, todos murieron tras haberle contado todo a la señorita Silhouette. Esa información la había entregado a la facción donde trabajaba y dicho esto vuelto a su hogar.

Habían pasado casi dos horas desde que se había levantado, tenía hambre y sentía que se empezaba a sentir mal de nuevo, temblores, sudor frío...Era hora de empezar con el desayuno. Pan francés, jugo de naranja y un poco de LCD. Su estómago había demostrado ser indomable, podía meterse todo el ácido que quisiera y comer sin problema alguno y así lo hizo, una vez recargada de apetito y estimulantes se vistió con un pantalón de cuero negro entallado hasta la médula y un sujetador negro con encajes. Una blusa blanca transparentó da y cortado de los lados para dejar ver su vientre y su pecho. Unas botas industriales y un suéter gris que caía sin forma hasta abajo de sus rodillas. Tomó sus lentes de sol, guardo sus cigarros, su pastillero lleno de "dulces", la billetera, el  encendedor los guardo en sus bolsillos, luego aparte en el cuello de su bota guardo un cuchillo y un cartucho con balas. Su pistola de mano la llevaba atorada en la parte de atrás de su pantalón. Se encaminó a la puerta de su casa y tomando las llaves de esta y de su moto salió para dar un paseo por el jodido y pintoresco Apollon.

Las calles de Alejandría no eran tan animadas de día, bueno, más bien, no tanto como en la noche. Sin embargo estaban bien para ver pasar a la gente hacer sus estupideces cotidianas. El primer lugar donde se detuvo la señorita Reznikov fue en una tienda de armas, tenía que reponer municiones. Aparte quería comprar algunos cuchillos o algún otro juguete.
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Mensaje por Stanley Winnfield Miér Nov 25, 2015 3:11 pm

Un modelo antiquísimo de Jeep detuvo sus ruedas ante la fachada de una tienda de armas en Alexandria, la calle estaba sola cuando llegaron, por lo cual su presencia fue especialmente turbulenta en el oído de los vecinos een la calle, sobra decir que más de uno se asomó para ver lo que ocurría. Del vehículo bajó primero un hombre sumamente alto, aún ante los demás soldados que eran a su vez figuras intimidantes, él destaca por su corpulencia, ello y su larga caballera era también un fuerte incentivo para sentirlo de tal manera, imponía, aun cuando fuera el único de los hombres que no vistiera el uniforme militar del ejército de Apollon. Algunos niños tuvieron la oportunidad de presenciar la llegada de estos militares, y los militares a su vez no pasaron por alto su presencia, mirándolos con un acerbo toque de conmoción, alguno incluso, siendo tan imprudente les mostró su arma en la cadera y eso provocó una sonrisa morbosa en uno de los niños, pues Dios sabe que aún cuando fuera retorcido jugar a las armas es para muchos su rol favorito. Ser el soldado, un héroe de guerra que lucha contra monstruos y jamás tiene miedo de nada, tal perspectiv propia de un niño, pues ella distaba mucho de la realidad de hoy, y quizá de siempre

El superior de estos caballeros, ese que brilla por tener un aspecto monstruoso y tremendo no hizo reparo por entrar a la tienda, casi azotando la puerta con innecesaria brusquedad, el azote se oyó incluso fuera, y posteriormente todos los hombres fuera entraron al local, desapareciendo por unos momentos de la vista de los vecinos extrañados y los niños en la calle. Dejando las cosas en un mutismo sepulcral, que tenía los minutos contados. El dueño de la tienda de armas se encontraba comiendo en el mostrador, ant eun televisor muy viejo con el cual se distrae en esas horas muertas donde no había ni quien se asomara por su tienda y que estaba a punto de extrañar. Al verlos, el hombre no contuvo los nervios y se echó a la boca el resto de la cerveza con la cual pasaba el pollo frito que se comía hasta entonces. Miró al hombre de cabellos blancos, y a los soldados que entraban a curosear en la tienda, mirando todo lo nuevo que había en ella: chalecos, lentes, uniformes, atuendos con camuflaje, de todas las tallas y para todos los entornos. Tenía muy bien surtida su mercancia, pero todos ahí dentro sabían que no eran las ofertas ni la diversidad de productos los que atrajeron a estos militares, como lobos a un niño perdido en el bosque. En silencio parecían comunicarse, el superior con el hombre en el mostrador que era un holandés ya entrado en años, veterano de cuanta guerra se presentó en Europa de dos décadas para acá, pero aún un hombre de experimentados colmillos sentía ansiedad ante la presencia de estas personas. Se trataba de un hombre menudo, con sus brazos colmados de tatuajes, cosa que sale a relucir por la camisa negra sin mangas que usa, y tiene una barba larga y ceniza, con unas entradas en la frente dignas de un hombre mayor. — Llegaste más pronto de lo que esperaba, Stan. — El tendero comentó, se refería a él como un conocido pero jamás cruza la barrera de lo fraternal, era un trato frívolo y distante, como aquel que finge tomar una roca para alejar a un perro que le sigue con temor a ser visto, o respondido por el animal. — Son épocas duras, Van. ¿Donde está el dinero de este mes? — No quiso poner ningún intermediaro, ninguna pausa entre él y lo qe busca, un trato incómodo que tiene con muchas personas queriendo progresar en esta clase de negocios, ellos pagan y él deja que vendan. ¿Injusto? "Deberían mirar a Rusia" Stanley respondería, comparándolos con Potestad donde ni siquiera pueden ganar un miserable rublo por partirse la espalda. — No puedo cubrir toda la cuota de este mes, tengo más cosas que tengo que pagar. No me va tan bien como creen desde que tengo que conseguir estas reliquias. — El sujeto, llamado por el nombre de "Van" alude a las armas antiguas que debe adquirir o producir bajo la demanda del gobierno en tanto las nuevas quedaron fuera de circulación por fallas. Sorpresivamente, Stanley no se enfrascó en la negativa, no iba a morir de hambre por ello, encima vino con otros intereses. Cerró sus ojos rojos, y en paz procede a hablar desde lo más ronco de su garganta. — No importa esperar el mes que viene para que completes el monto, pero vendrá sumado a la tarifa de ese mes. ¿Van, has logrado conseguir el arma que te pedí? —Winnfield inquiere, su voz no delata la violencia que por lo general es capaz de crear este monstruo tambien apodado "Jawbreaker" en honor al dulce que le gusta más que ningún otro, no por el dato estremecedor de que es esta parte de la cabeza la que le encanta pulverizar con sus nudillos. El vendedor se retiró un momento de la sala, se dispuso a entrar a una de las puertas a sus espaldas y regresar al poco rato con un estuche, que pone ante la vista de los soldados y abre para revelar el contenido. Era enorme. La Super redhawk Toklat 5' .454 de color cromo, que el mismo tendero ofreció con toda confianza al militar. El militar la toma, su mano era enorme y embonaba bien con el monstruo que empuña. Los soldados incluso admiran el arma, el superior no es muy gráfico con el asombro, de hecho, no luce para nada complacido. — Esta no es el arma que te pedí. — Anotó Stanley, su voz es seca. De inmediato, el vendedor responde, se le ocurrió la muy pésima idea de decorar su tono con indolencia, como si lo pedido por el "cliente" no fuera digno de tomarse en serio, o supiera que era mejor para él. — Esta es mucho mejor, olvidate de esa Taurus, es pura basura. — El peliblanco dedicó los siguientes veinte segundos en mirar al arma, se esforzaba tal vez por agarrarle amor, pero no pudo por más que quiso, éel tenía en mente otra y cuando él quiere algo así debe ser. Por eso todos se extrañaron cuando él brinda la mano al encargado como si deseara cerrar el trato. — Sabía que te gustaría, perro. — Añade "Van" muy contento. Sin idea.

Cuando Winnfield consigue estrechar la mano del holandés, se la jala, y la azota duramente contra el mostrador ante la amarga reacción de sus propios soldados y el horror del mercader, cuyo rostro confiado se desfiguró rápidamente en una mueca de pavor cuando lo mira actuar. El superior usa la revólver .454 para aplastar uno a uno los huesos de sus dedos, sin permitir que quitara la mano, la tenía sujeta, como un perro sujeta con sus dientes el cuello de otro cuando pelean. Y cuando "Van" esconde sus dedos, él sigue golpeando la mano del vendedor con la revólver machacando los huesos de los nudillos y los de la mano en general, entre gritos de horror y dolor del comerciante, que hace todo por alejarse sin éxito alguno, llegó incluso a golpear al militar, pero no logró nada. — Mientras tú comes pollo y ves televisión yo me arriesgo la vida para que tú sigas engordando, vagina. Y lo único que pido a cambio es un poco de tu puto respeto. — La frase era corta, pero Stanley había compactado la mano del hombre contra la madera del mostrador, rasgando como papel la piel y haciéndola sangrar a mares, y su víctima llora aun cuando fuese sobrevivientes de horrores inimaginables. — ¿Es así como ustedes nos pagan lo que hacemos? — Azotó la revólver contra la cabeza del vendedor, pues ya no quedaba mano que seguir golpeando, luego lo sujetó del cuello y miró fijamente ansioso de continuar con la golpiza, pero el sonido de unas campanitas lo interrumpe, supo que eran las puertas de la tienda abriéndose al llegar un cliente, y él se detuvo velozmente para apartarse. Los soldados hacen lo mismo. Puede percatarse de que la cliente se trata de una mujer, muy atractiv cabe la mención, para seducir su pupila en un instante pero estaba tan enojado que ni siquiera le prestó atención a eso, y decidió dejar que esa pequeña "diosa" de piel morena, entrara sin interrupción. Las mujeres son esclavas, en eso él cree, pero tenía todavía un poco de noción de la caballerosidad, y prefirió hacerse a un lado. — Quiero que la atiendas bien, Van. — Dejó el arma en el estuche, lo cerró y lo empujó con el tendero, de regreso pues no la quería, y eso se lo iba a pagar más tarde, por ahora solo quiere que la atiendan, y se vaya.

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Mensaje por Alex Redznikov Miér Nov 25, 2015 7:09 pm

Van ciertamente era un idiota, era fácil ver por que a veces le iba tan mal. No lo conocía mucho, en realidad casi nunca hablaban...Pero incluso entre estupefacientes recordaba como ese viejo le había ayudado cuando tenia la oportunidad. Mas de una vez le dio sobras para que se alimentara, la doto con armas necesarias cuando empezaba su carrera militar, no le tenia cariño, tampoco respeto, solo era consciente del largo camino que tuvo que recorrer y de las personas que estuvieron para empujarla hacia adelante de una u otra forma. Apenas estaciono la Kawasaki negra llego a su nariz el aroma a sangre fresca, carne molida...Metal. Suspiro. Odiaba meterse en los problemas de ese viejo, pero no podía simplemente ignorar la miseria en la que creció. Alzo la vista hacia el odioso Jeep que usurpaba el lugar de su moto, no parecía ser de alguien normal. Por el modelo y lo jodido que estaba todo el automóvil pensó que era de algún estúpido pandillero o un militar. Los agujeros de balas estaban muy escondidos y rellenados, pero ella simplemente no era tonta, conocía esos raspones y abolladuras.

Se bajo de la moto y entro en la tienda con perfecta sincronía, antes de que volvieran golpear al vende armas. Su tan agraciado rostro se vio desfigurado cuando los morbosos militares clavaron sus ojos todos al mismo tiempo en sus cuerpo sobresaltando sobre todo su pecho. Perfecto, sosos, lerdos y cerdos. Observo de reojo a todos los agentes de la ley que eran mas como estúpidos "Mafiosos" Intentando parecer importantes. Ciertamente personas como esas hacían aflorar al máximo su odio por la humanidad. El vaivén de sus caderas era suficiente para descarriar a muchos, así como a los ñoños presentes a los cuales ignoro al pasar a su lado, ni siquiera volteo a verlos. Tampoco se detuvo a ver el chiste del peliblanco o al pobre de Van, fue directo hacia el fondo de la habitación. Empezó a tomar cuchillos, granadas, cartuchos, balas, miles de estupideces que ni siquiera necesitaba.  Todo lo iba aventando lentamente a las manos de Van que ya estaba ciertamente acostumbrado a sus descarriadas compras repentinas.

Después de unos quince minutos ya había saqueado tres cuartos de tienda. Fue entonces cuando se volteo y camino firmemente hacia Stanley, sus ojos cyan parecieron posarse en los de el, sin embargo cuando estuvo a centímetros de el se pudo notar que simplemente lo ignoraba. Paso la mano por debajo del musculo paso ajeno y tomo el estuche con el arma que anteriormente había rechazado. Entonces se alejo de el y fue donde el dueño de la tienda que ya estaba guardando todo muy a prisa con la única mano que le servia, se veía seriamente adolorido, golpeado...Alex sentía su odio quemar el poco estomago que aun conservaba...Malditos hijos de puta, nunca entendían.  Al final termino por apiadarse del marginado, tomo sus manos y evito que siguiera guardando, lo empujo firmemente hacia la silla donde siempre estaba fundido y empezó a guardar sus cosas ella misma en una gran mochila negra. Ni siquiera ordenaba nada, era como una adolescente que escondía el desastre que tenia por cuarto debajo de la cama. Termino cerro la bolsa y la tiro al suelo.

Dejo las manos sobre el mostrado y de un salto termino a lado del herido, saco una venda de su bolsillo trasero donde siempre traía un montón de estupideces por si acaso. Con un pedazo de venda limpio la mano, durante todo este tiempo no dijo ni una sola palabra, se limitaba a hacerle de enfermera rápida. Después de limpiar la herida, volteo la vista hacia el pobre hombre, sus ojos lo dijeron todo, Van, totalmente resignado solo logro asentir antes de que su mano volviera a tronar, Alex estaba acomodando todos los pedazos de huesos...Fue un trabajo limpio que no duro mas de un minuto y muchos chasquidos, después de eso fue solo colocar la venda y limpiar la sangre de su cabeza, no era tierna, tampoco daba los aires de una buena persona. Solo...Era rara.

-No imagino que tipo de cerdo imbécil se va a mata a otros con la excusa de salvar a los "Suyos" Sin embargo puedo imaginar al tipo de mierdecillas que obtuvo un arma cuando era pequeño y se creyó muy valiente. Generalmente ese es el tipo de escoria que pulula la ciudad, aparte de hacer estas estupideces mediocres y sin sentido. -


Tuvo que frenar su monologo cuando su garganta ya no pudo, no estaba acostumbrada a hablar y aquello era ciertamente un dolor en el culo.  Sin decir mas saco de su bolsillo una billetera que parecería de vagabundo por el exterior, pero, madre mía...A la hora de abrirla pareciera que el dinero era como esclavos que buscaban escapar de la cárcel, esa billetera simplemente vomitaba papel de colores.  Saco todo el fajo de dinero y lo dividió en tres partes. La mas grande fue a parar a la única mano sana del hombre, la segunda mitad la guardo en la caja registradora mientras la tercera la amarro con una liga para aventarla a la cara del agresor de Van, atinando justo a la cuenca del ojo. Por fin la "Diosa" Se digno a mirar directamente al líder de su pandilla de escuela, sonrió, algo ciertamente macabro. No era la sonrisa de una joven rebosante de vida, sino la de una loca maniática. Sin hacer nada, su entorno parecía volverse mucho mas agresivo y hostil, obviamente empezaba a perder la paciencia y de no controlarse Van sabia como iban a acabar las cosas.

-Con eso debería ser suficiente para que te limpies el culo medio año y aparte vivas bien, rata albina de mierda. Así que te sugiero largarte con el dinero en las manos, ya sabes, mejor fajo en mano que billetes en el culo.  ¿Entendiste? -


Se cruzo de brazos y espero recargada en el mostrador por las respuestas de Die Antwoord y sus groopies. Tenia todo el tiempo del mundo, lo malo es que no era el caso con la paciencia. Su paciencia podría durar lo que tardaran en salir de la tienda o lo que tardaran en hacer el primer comentario estúpido. Después de todo ya estaba bastante ofuscada, gastar su paga en miles de putas armas que en su jodida vida iba a usar no era algo que le agradara, simplemente estaba perdiendo la oportunidad de comprar narcóticos ...Y eso que estaban por sacar un nuevo producto, mierda, tendría que trabajar mas horas para poder costear sus lujos. No es que no tuviera dinero, de hecho, en ese lugar se podría considerar como alguien acaudalada, el problema es que no le permitían usar el dinero de su fondo como militar en drogas. Tendría que ser todo en billetes. Pero bueno...Tampoco podía dejar a ese viejo tarado morirse solo, ya vería que hacer para recuperar dinero o ganar mas, en su puesto todo era posible.
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Mensaje por Stanley Winnfield Jue Nov 26, 2015 6:08 am

Para sorpresa suya esta clienta no figuró como una presencia neutral en el local, creyó que era un cliente pero no fue así, todo parece indicar que guarda algún nexo con el encargado y por lo visto es tan fuerte como para meterse en graves problemas por el. Eso o de plano su vida ha sido demasiado fácil hasta hoy, e iba tener que aprender de mala manera acerca de una cosa, llamada consecuencia. La reacción del personal militar brilló por su ausencia en todo momento, ningún soldado, ni el superior de ellos hizo algo por interferir, solo aguardan en sus respectivos lugares con paciencia, aguardando a que la pequeña, pero irresistible fiera se aparte del holandés para volver a atacar, cual si fuera una jauría de hienas, esperando que la leona cometa mire hacia otra parte para lanzar su mordida. Hay tanta tensión en el aire que inhalarlo resulta muy áspero, se siente una pesadez en el estómago alimentada por el suspenso ocurrido mientras ella hace lo posible  por enmendar los daños. Stanley no está conforme aún cuando estuviese completamente seguro que lo hecho le va a dejar precuelas severas a la mano sin importar que tome, a donde vaya o con quién acuda, aún en le arden las ganas por quebrar más huesos y hacerlos crujir como cascarones de huevo, pero ella no se iba. Y gracias a Dios por eso. Hay algo en ella que al caballero le fascina, será su presencia, o su plomizo perfume de sudor y alcohol el que actúa como una rara feromona que enerva el juicio, tuvo más que una atracción física, eeera algo más allá de lo corporeo, algo en su aura, en el sistema, en su psicología, algo muy mal que lo forzó a verla más allá de una simple esclava de cuerpo perfecto. Los demás soldados estaban maravillados a su vez por el espécimen, cualquier hombre en sus cabales caería rendido por ella, pero no de la manera que él. Cara y cuerpo bonito lo tiene cualquiera, y en base a ello el albino no movió un solo dedo por hacerle pagar por su insolencia. Tras lo dicho por ella los soldados se miran unos a otros, lo miran a él en espera por una respuesta, es más; estaban ansiosos por violentarla abusando de su tamaño y superioridad numérica. No sería a la primera esclava que un escuadrón militar la toman para abusar de ella, por días. La voz del jefe jamás sentenció ninguna orden y sin ella proceder es ilegal. Aun ante las faltas claras de respeto, él la dejaba ser, en su muy particular modo de actuar. — Señor. — La voz de un hombre interrumpió las cavilaciones del peliblanco, que quién sabe qué cosa pasaba por su cabeza en ese instante, aunque su sonrisa depravada y morbosa dejaba todo a la interpretación.

El individuo salió de su trance mórbido al instante, escapó de los sueños que indujo la 'diosa' y reaccionó con sobra de tiempo para atrapar el dinero que ell le lanzó a la cara. Como una niña maleducada le lanzaría una muñeca rota a su padre al querer otra. Algún soldado del grupo se precipitó, lo siguieron los demás para ejecutar algún alto para ella, y de plano al pobre de Van que difícilmente puede articular algo que no son quejidos. — Alto. — Los hombres aguardaron mucho en el silencio para oír una orden benévola del mayor, quien jamás había solicitado ninguna en todo su mandato, a nadie, en especial a esclavas, y nadie del grupo se atrevió a poner un pie más adelante, frenaron en seco como máquinas al quedar sin energía. — Odio que la gente intervenga en mis asuntos. Sobra que lo hagan ustedes. — Cualquier imbécil podía percatarse de que el dinero lanzado a su rostro era más que sufiiciente para quedar a mano con la deuda, lo escalofriante es ver al hombre usar sus enormes y afilados dedos desenvolver el rollo de su liga, y sujetar de cada extremo los billetes. La fuerza de sus brazos fue más que suficiente para convertir el fajo en un montón de confeti, rompiéndolos por la mitad para arrojalos a sus costados con el total desprecio. Sacó a relucir que no era solo una cuestión monetaria su deuda con Val, que era un asunto de respeto, de sumisión ante el mayor orden jerárquico y de gratitud por el servicio que Apollon les brinda a los pobladores, que la dama actura de una forma tan descerebrada no era promesa de nada de lo que atribuyó serían los motores de sus actos, es más, era contraproducente, pues fuera de que regularmente le hubiese costado la libertad y la integridad condenándola a serviir como un pañuelo para esperma humano en Costa de Marfil, tenía más ganas de golpear a Val de las que ya tenía, y vaya que quería golpearlo antes de que esto ocurriera. — ¿De verdad crees que puedes venir a mi, arrojarme dinero y componer todo nada más? Puedo sacar eso en una semana en esta tienda, solo que... — Se acercó, para estar cara a cara con la mujer altanera. — No será en los siete mejores días de tu amigo en lo que va del negocio. — Se inclinó para poder mirarla de mejor manera rompiendo una disitancia significativa entre los dos, queeriendo plasmar esa carita enojada en lo más hondo de sus recuerdos, por si no la vuelve a ver. La devora con el rojo de sus secos ojos, su rostro de tener sabor sería uno muy similar a la carne cocida en su jugo, algo que le ahogar su boca en su propia saliva por el mero pensamiento de lamer esas mejillas. Pero no se acercó más. — Pero  tranquila, dulzura. Tu rabieta acaba de salvar a tu amigo, tienes mi palabra. Es una pena que no pueda decir lo mismo por ti. — Dos de los soldados se formaron a los costados de la puerta, él alza su espalda y mira hacia el vendedor, quien en un gesto de frustración trató de tomarlo del cuello, pero falla, y Stanley puede fácilmente evadir la única mano del hombre, de quien posteriormente escucha bramidos y quejas, una a una entre blasfemias. — Ya te di todo lo que querías, lárgate. No van a ponerle un dedo  encima. Tú no tienes el derecho de hacer nada contra ella. ¡Ni siquiera estás en servicio Winnfield!— Dictó el vendedor arriesgándose a convertirse en carne para hienas, pero de momento ninguno de los soldados hizo nada al respecto. Uno de sus hombres le arroja un par de esposas metálicas a él, atrapándolas enseguida para mostrárselas a la morena. — Por favor, señorita, manos en su espalda y póngase estas muy lentamente. Quizá no lo sepas pero acabas de joderte a tí misma, pues como teniente tengo derecho de sobra para hacer lo que yo quiera. Pierda cuidado, jamás le haría daño a alguien con una carita como la suya, pero su amigo no es todo de mi agrado, asi que quiero que piense en lo que va a ocurrirle tan pronto como usted se de la media vuelta,  si es que llegara a resistirse.— Recalcó, mirándola de frente a sus ojos ansioso de verla rabiar, de verla perder los estribos como lo hizo hace unos minutos para tener el derecho moral de responder a la agresión con una propia. — No será detenida, solo devuelta a su hogar como advertencia. —
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Mensaje por Alex Redznikov Jue Nov 26, 2015 12:07 pm

-Ja...-


Escuchar sus advertencias vacías fueron suficiente para colmar su poca estabilidad mental, sin preocuparse mucho por los militares o las esposas saco, de detrás de su pantalón el arma cargada y lista para disparar. Su velocidad no tenia igual, tampoco su habilidad de lanzar balas curvas, la onda que hizo su brazo dirigió un primer disparo contra la mejilla ajena, en cuestión de segundos había rasgado la blanquecina piel ajena, aparte, dependiendo de su resistencia seria el daño que su oído izquierdo presentara, el tronar del disparo debió haberle taladrado el oído interno. Bien, le gusto verlo sangrar, aparte, disfruto mas el ver como todos sus hombres se cuadraban sorprendidos por su propia arrogancia.  Aprovecho estos segundos de sorpresa para acercar la mano al vendedor y jalar lo con todas sus fuerzas mandándolo a volar de vuelta a su silla. Van que azoto con gran brusquedad se quedo con los ojos abiertos, ciertamente asustado de quedar en medio del fuego cruzado.


-Creo que no esta entendiendo algo, "Teniente" Stanley. Empezare y seré breve.-


Guardo su arma de nuevo y se acerco mucho mas a el, ciertamente su estatura era digna de respeto, pero Alex tampoco se quedaba atrás con su 1,95. Sus orbes azules se lanzaron sobre los de el con intensidad y autoridad. Estaba ciertamente mas calmada que al principio y eso era malo. De la misma cartera que ahora padecía anorexia saco una pequeña credencial, en ella solo su foto y una inscripción "Director del S.D." Si ese militar pretendía jugar sucio, dios santo, Reznikov era peor de lo que el se imaginaba. Si bien las Silhouettes brillaban por sus capacidades de espionaje también lo hacían por ser la mayoría perras bravas en celo. Sin mas que hacer guardo su identificación y su cartera en su bolsillo del cual saco un pastillero con algunos ácidos y cristales, de los cuales tomo la porción que cupiera en su dedo para llevárselo a la boca y engullirlo.


-Teniente, es usted un inútil que raya en la imbecilidad. Pero por ser hoy mi día libre y estar de buen humor se ira solo con un pequeño escarmiento. -




Sin la mas mínima duda uso su mano izquierda para abofetear al gigante con infulas de soberano , fue tan fuerte el golpe que su mano quedo levemente marcada en la blanquecina piel. El ruido que genero el golpe fue bastante hiriente para el orgullo, mas que el propio golpe. Después de dejar en claro todo lo indefinido dio media vuelta y tomo su mochila llena de armas.


-En otro momento me darás la información que hayas obtenido, por mientras me llevo a los niños del kinder. Por cierto, en vista de tu inutilidad para tratar con fantoches como estos te asignare al programa de protección de testigos.-



Van no estaba muy feliz de entrar a ese programa, sin embargo solo asintió temeroso de que los militares no la siguieran. Alex por su parte le tiro encima el bolso al que custodiaba la puerta.

-Tu, carga eso, déjalo en mi moto. Los demás fuera, largo, ya. Y tu mierda de albino te vienes conmigo. Andando, no tengo todo el puto día.-
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Mensaje por Stanley Winnfield Sáb Nov 28, 2015 5:08 am

El teniente quedó consternado ante la treta del destino, su mirada presenta un par de párpados abiertos de par en par, revelando los estanques de sangre que tiene por ojos, tembloroso no por miedo, por rabia. Fueron sus hombres quienes despertaron su lado consciente, llamándolo por su rango en vez del nombre como se debe esperar de un auténtico soldado hecho y derecho, y él debía quiera o no mostrar la casta por las fuerzas armadas de su nación aunque sus principios vayan en contra, una esclava no podía darle órdenes. Era un conejo sobre un cocodrilo. Su mirar atónito mutó al cabo de un par de segundos regresando la tranquilidad a sus facciones, levantó espalda y mirada, ya de pie su postura le asemeja a un roble inamovible. — Ya oyeron a la señorita, caballeros. Quiero las maletas fuera en este instante y preparen todo para irnos. — Los militares acatan, cansados de esperar una respuesta de su superior a esta mujer, no llegará o al menos no lo hará en este momento, para su terrible decepción, quedaba por aguardar por nuevas órdenes y saber qué es lo que ella les tiene deparado, a ellos y al superior quien luce muy tranquilo como para haber sido mancillado de tal manera. Los soldados de la maleta salen, le siguen los otros dos casi de forma de inmediata. Stanley ocupó este último momento en la tienda para su propio exparcimiento, y ne un arranque de cinismo se dirigió hacia una vitrina repleta de boinas de todo tipo y todo color, toma una de estampado militar, camuflaje gris y negro para posarlo sobre la copa de su cabeza como si fuera una corona. Cierne en el vendedor su mirada de diablo, y le rojo que tiñe sus ojos luce más brillante que dee costumbre, mucho más amenazante. — Que sobre mí caiga la muerte en este instante, si no te vuelvo a ver para pagarte por esto, Van. — Ajustó con un tirón la boina en su cráneo, pues el grosor de su melena implicó un reto para ponerse tal accesorio, ante una fría mirada del vendedor que parece jurarse ya mismo como muerto. Lo dicho, más que una promesa de pago por una boina íntegramente intrascendente, era rasamente la garantía de volverlo a encontrar, en algún momento y en algún lugar. — Vámonos. — Sin más demora se dispuso a salir en santa paz acompañado de la morena, callado, sabe a lo que se atiene.




Ya afuera del lugar, a pleno rayo de sol podían percatarse de un par de cosas. La primera de ellas es que las cosas no van a ser tan fáciles como escupir órdenes a unos soldados para que estos la acataran, en especial cuando su lealtad estaba de un solo lado. El bolso de la dama estaba más que colocado en uno de los asientos del Jeep, junto con tres de los hombres del teniente en el asiento de atrás, esperando por el viaje conversando entre sí. La localización del cuarto soldado resultaría muy curioso, él estaba a pasos de la moto de la Directora, más que trepar el equipaje, se tomó la molestia de nceenderla, no se sube o al mnnos aún no trepa al vehículo de dos ruedas, para eso iba a ocupar una orden y no era la de la fémina para ser más precisos.




— Quiero que tenga presente una cosa, señorita Redznikov. ¿Redznikov cierto? Eso fue lo que alcancé a leer. Le sorprendería la velocidad en la que trabajan misi ojos. — Vaya apellido que carga, no era bueno con los apellidos rusos y Dios lo sabe, pero pudo leer la carnet sin probemas. La voz del albino daba sus primeras muestras de galanura fría, La mirada suya se postró en la de ella, no con la misma fijación carnal como lo hizo antes, ahora estaba convertida en una masa helada y activa, que continuamente cambia conforme modula. Más que un témpano el teniente podía ser una avalancha, que empieza con un tenue derrumbe, pero que gana peso, gana volumen y velocidad conforme baja. Y él en el primer nivel. — Esto es lo que pasará. Trepará al vehículo, le permitiré usarlo para trasladarnos a donde usted desee esperando que no sea una pérdida de tiempo y dispondré de mi presencia para lo que haga falta, y si hace falta también la de mis hombres. No será de otra manera, a Van le quedó muy en claro que lo mío no es negociar, así que le ruego que coopere. Si no acepta entonces le sugeriré que nos deje de hacer perder tiempo, y regresaré para seguir donde me quedé. — Recargó la espalda en la puerta del local, su frondoso cuerpo bloquea la entrada, y no hay nadie más aquí salvo soldados armados y su teniente que tampoco está con las manos vacias.. Considera en su estrechísimo juicio estar siendo diplomático con la señorita. — Sí, la carnet dice "Directora" pero también dice "Silhouette Division" y esto claramente no es Silhoutte Division. — Los soldados rieron, su superior sonríe tan gentil como podía. — Mi escala de rangos es muy clara, y aún como un agente federal tendrá que apelar por mi cortesía mientras la orden no venga del general. Lo que se traduce a que sólo le sigo el juego por diplomacia y por su jugoso par de tetas. Ahora asegúrese de subirlas al Jeep. — Levantó la mano, el sodado cercano a la moto, que por cierto tenía toda la fachada de ser uno de los millones de criminales que reclutó el ejército, la abordó casi de un salto y arrancó, perdiéndose al superar la esquina, aunque se daba por hecho que los seguiría. — Mis hombres van conmigo, salvo que su plan incluya algo que incluya una cama. — Trepó al Jeep, se colocó en el asiento del copiloto y sacó de la guantera unos lentes Ray Ban, tipo aviador para ponerse encima, aguardando con el motor encendido por la chica. — No tengo su tiempo, Redznikov.
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Mensaje por Alex Redznikov Sáb Nov 28, 2015 3:55 pm

Uno de los soldados se atrevió a llevarse su moto. Su puta moto. Mierda, ni siquiera tenía las llaves, simplemente había forzado la jodida chapa. Carajo!!! Alexandre no escondió su descontento a tan osado acto, por otra parte. Ni siquiera había escuchado las míseras condiciones del albino. Tampoco es como si fueran a importar. Contando a los hombres en el Jeep, eran tres atrás, un conductor y una rata albina. Bien. Sus pasos fueron suaves y marcados por su cadera, cuestión de segundos en lo que se acercaba al Jeep, entonces, cuando parecía que se iba a subir volvió a desenfundar su revolver. Fueron tres disparos más limpios que el traje del Papa en sus mejores años. Un disparo para cada soldado sentado atrás, su puntería, tan exquisita como esas "Jugosas tetas." Atino cada bala a la cuenca del ojo de cada uno. Desde el primer disparo su cuerpo se activó en acciones demasiado rápidas y salvajes, mientras los cuerpos caían contra los asientos de adelante la señorita ya se encontraba saltando al toldo del Jeep mientras en su mano izquierda, el arma se giraba para quedar boca abajo y dar un acertado disparo a la nuca del conductor.  Hecho esto aterrizó sobre el "Teniente" Apuntando su arma contra esa puta boina. Su sangre no hervía como la de un hombre, estaba de lo más calmada que se podía, incluso, su corazón no había cambiado de frecuencia en los pocos segundos que tardó en hacer su acto circense. Algo curioso fue ver a Van acercarse a puertas y ventanas para dejar caer unas pesadas cortinas de metal. Pero bueno, era entendible, cuando Reznikov peleaba las zonas cero quedaban hechas literalmente mierda.

-Jodido imbecil...Te advertí que te comportaras. Y ahora uno de tus niñitos con los mocos de fuera y mierda en los calzones  se llevó mi moto.-


Cada vez apretaba más el arma contra el tierno y rompible cráneo del peliblanco. Se encontraba a horcajadas sobre una barra de metal que debió ser parte del techo cuando aún estaba integró el puto coche. En esa posición era fácil prevenir y esquivar un contraataque, aparte podría obtener una mayor distancia de ser necesario. Si contábamos el cargador de su revolver...Debía sobrarle una bala. Upsy dupsy. Por un momento pensó en matarlo, hacer un hoyo en su cráneo a ver si llegaba a salir algo de cerebro o materia gris, lo dudaba mucho, puesto que él no parecía entender la situación, sin embargo tuvo una mejor idea, como bien había dicho, no estaban en su división...Una sonrisa cínica apareció en su rostro, era tan retorcida que incluso su perfecta dentadura parecía sacada de un juego de terror. Era como si dracula tuviera que pedirle permiso para intentar sonreír. Ya en ese estado, donde sus deseos de matar era más que los de comportarse, no le importaba recibir alguno que otro golpe, mucho menos arriesgarse, esto era lo malo de su personalidad, conocía también sus límites que no le importaba llegar a ellos y lidiar con las consecuencias. Soltó una risa tenue y morbosa, mientras acercaba el rostro a su oreja izquierda. Era increíble su fuerza en el abdomen, ya que era lo único que evitaba que cayera. La punta de su nariz acaricio el cabello ajeno abriéndose paso hasta su oreja, la cual lamió lenta y súbitamente, bajando de ella hacía su cuello con los besos más deseables que se pudieran dar. No olvidemos que el arma seguía apuntando firmemente a la corteza cerebral de alguien. En la cama, Alex era el tipo de chicas que anhelabas dominar y hacer gemir con todas sus fuerzas, tenía un je ne se quoi que te invitaba a buscar arrinconarla, darle duro. Tal vez por qué ella parecía nunca demostrar debilidad o arrepentimiento, tal vez por qué era cuarenta y cinco quilos de irreverencia pura y sarcasmo. Y hablando de irreverencia la señorita Silhouette ya estaba haciendo de las suyas otra vez. Poco a poco fue bajando al asiento de detrás del copiloto, sus besos era dignos de volver a cualquiera un eyaculador precoz y no bastando, también llevo su mano donde el "Pequeño Stanley" Sin vergüenza alguna o atisbo de pensamiento empezó a masajear la zona baja, apenas para despertar a su amiguito.

-Si te hubieras comportado tal vez te hubiera prestado mis tetas, al final del día también trabajó en esos ámbitos...Pero ahora solo tengo iba plan para ti, ponerte en la vergüenza más alta que encuentre, deshacer tu orgullo como hombre y dejarte vivir como el teniente que no tiene nada entre las piernas digno de mencionar.-


Conforme terminaba la frase, era notable que el terminaba de endurecer.  Cumplido este objetivo sonrío nuevamente ya que apretó con todas sus fuerzas el paquete y la ropa, Alejo el rostro de su cuello y lo jaló con todas sus jodidas fuerzas que eran titánicas fuera del Jeep solo para verlo caer adolorido de ese ultimo agarró y jalón. Aprovechó el dolor ajeno entonces y pateo los cuerpos muertos de su equipo fuera del coche, las llaves ya estaban pegadas en la chapa del Jeep, lo que facilitó encenderlo y empezar la persecución del jodido imbécil de mierda que se había robado su moto. Conforme iba manejado, noto que los lentes del teniente se habían quedado en el asiento, entre risas y descaradamente de los puso, prendió la radio y dejó soñar a todo volumen "Freedom" de George Michael, iba a darle casa a esa rata, pero no pensaba matarla. Sería la promesa de pago para asegurase de volver a ver al teniente, técnicamente si quería su Jeep y a su único soldado sobreviviente tendría que apurarse a encontrarla. No tenia prisa, al ser la directora de la empezaba que daba misiones de espionaje podía hacer y deshacer a su gusto. Tenia algunas cosas que hacer...Como reportes, o la entrega de misiones a otras señoritas...Aparte estaba ese otro asuntito de grave entendimiento. Que aun no resolvía, tampoco tenia ganas de hacerlo...Significaba dejar la ciudad durante unos meses y eso era demasiado molesto. Pero bueno, algunas cuadras después, habia localizado al mierdecilla roba motos, aprovecho que su bolsa de armas estaba ahí atrás y tomo un rifle semi automático, tuvo que soltar el volante para cargar el arma, gracias a esto el Jeep fue golpeando todo lo que estuviera en sus costados. Recupero el control segundos después, era bastante difícil manejar con una mano y sostener la pesada con la otra, sin embargo no le importo mucho a la hora de sacar el arma por la ventana y apuntar al imbécil, disparo a quemarropa, no le importaba llevarse la moto si con eso lograba capturar al soldado sin muchos golpes. Al final el militar salio volando de la moto y fue a dar contra una pared, maldito golpe el que se había metido. Aun así solo tenia unos dos balazos en la pierna y algún otro en el hombro, nada lo suficientemente malo para que el muriera. Neutralizado el objetivo acerco el Jeep para recoger la carne de cañón y subirla al Jeep. Ahora el siguiente lugar al que debía ir era al mercado negro.
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Mensaje por Stanley Winnfield Dom Nov 29, 2015 8:13 am

La había subestimado y , y su error le cuesta la vida a sus compañeros, y por poco también la suya. Tenía que ponerse de pie, la venganza alimentan del dolor corpóreo que dejó en su ataque. — Te faltará vida para lamentar esta rabieta, tetas de azúcar. — Van tiene las cortinas corridas, no tiene gran armamento ni mucho menos un medio para perseguirla, pero tenía  la entera voluntad de hacerle pagar por lo hecho y lo demás le sobra. Se inclinó, para tomar el teléfono móvil del bolsillo de uno de los hombres acribillados. Era una pena, sí, pero era parte de la realidad de cada uno de los efectivos de esta nación. — Te metiste en la boca del lobo, cerdita, y me voy a follar hasta que chilles. — Marcó a través de la pantalla táctil, fácil fue encontrar el número del efectivo restante y todavía más que él contestara. Cuando escuchó voz al otro lado del auricular, dedujo al instante que aún no se encuentra con la extraña atacante, pero calcula (por el tiempo que ha pasado desde su salida y a la velocidad que se mueve el jeep) no pasaría mucho antes de eso, por el simple hecho de que no sabe qué está siendo perseguido. Era tarde para él. — ¿Donde estás, Ashir? — Posó el móvil entre su grueso hombro y la mejilla, dejando libres sus manos mientras Ashir respondía con su localización puntualmente, el teniente escucha n tanto hurga de los uniformes todo lo que considerara útil. Llama la atención que en esta escena puede verse al superior tomándoles sus pistolas Phazzer Enforcer, su arma no-letal usada para patrullajes y cobros,donde no te esperas ser atacado, como hoy. Se llevó cada cartucho  en los cuerpos que ya no habrían de utilizarlos, todo lo que pudo lo guardó en sus ropas. — Ashir, quiero que pongas atención. — Escucha al hombre en la moto de manera muy precaria, la comunicación era difícil con el viento colándose en las bocinas.  — Disminuye tu velocidad, en un par de minutos tal vez te encontrarás con la mujer de la tienda. — El hombre de prominente estatura se mete a la calle, camina por el delgado tráfico con sus rojizas orbes escaneando los vehículos, como aquel que elije su platillo en la carta del restaurante. Esperó, y su breve paciencia le sonríe al ver pasar una densa camioneta Chevrolet Avalanche 47' que aún con cuarenta años de antiguedad le lleva medio siglo de ventaja a su Jeep. La elije por tener un polarizado oscurísimo para sus ventana, y dos terceras partes del peso del 4x4 militar. El conductor detuvo la camioneta, se baja y es interceptado por el colosal peliblanco. — Soy Stanley Winnfield, teniente de las fuerzas armadas de Apollon.— El conductor de la camioneta que está a punto de tomar palidece de inmediato. Es tomado del hombro, y forzado a voltear a los cádaveres. — Hemos sido atacados, necesito que reporte esto de inmediato al servicio médico de emergencia. — El pobre hombre palidece por ver la escena, pero asiente con rapidez. No podía negarse ante una mirada tan pesada como la del militar. — También requiero de su vehículo. La nación está en deuda con usted. —  Empuja fuera de su camino al pobre hombre y sube al vehículo, que ya estando encendido no necesito nada más que aplastar el acelerador con violencia, y continuar con la comunicación con su compañero, mientras se acomoda en el ancho asiento del bello modelo Avalanche. — No saques tu arma ahora, dudo mucho que haga alguna diferencia, solo resiste, voy para allá. — "Y le dará más pretextos para matarte" dijo en su mente, pero no en el telefono, solo incitaría a su soldado a responder inútilmente. Colgó la llamada.

La Avalanche nunca tuvo que buscar al soldado, fue directamente a él mediante una vía más rápida y alternativa, llegó a tiempo a la localización donde estaba su único efectivo remanente transitando. No esperabaque la irrupción de la morena fuera de tal manera tan abrupta como para abrir fuego en vía pública. Lo visto, fuera de alertar al teniente le provocó una risa ridícula, apenas incrédula, tenía de calle un carácter burlesco. — No sé de quién fue la idea de meter a "McGiver" a cargo de Silhouette, pero le acaba de costar un precio enorme a esas esclavas.— Seguía conduciendo, hacia al frente, en su mismo carril, pero muchos otros vehículos también conducían en esa dirección tratando de huir. Se ajustó el cinturón de seguridad, cargó ambas Phazzers con dos oscuros cartuchos, haciendo 'click' al ensamblar con el arma, y las prepara, metiéndolas en su cadera. La mira recoger al soldado y subir con el al vehículo robado. Quién sabe para qué demonios, tampoco fue una pregunta que rondase mucho por su cabeza, ríe, con goce de la ridiculez que presencia. Acto que raya en la imbecilidad en palabras de la directora. — Odio hacer esto. — No lo hacía, de hecho ríe por lo bajo, con una sonrisa sádica dibujada en el rostro y en su mente. — Pero estas son cosas que pasan cuando dejas salir a la mujer de una cocina. Lo siento, Ashir. — Un segundo más y la blanca camioneta propulsó su tremendo peso contra la parte trasera del Jeep, causando un sonido estridente, que lejos de perforar el oído era antesala de una fuerza devastadora que conviierte el chasis del vehículo militar en pura chatarra en ese instante con la mujer dentro, las bolsas de aire accionan con violencia, jamás vio que usara un cinturón de seguridad por lo cual sabe que no hay forma que salga con dos pies del "accidente" y esto dicho y considerando mujer salga. El cuerpo del soldado herido también se dispara fuera del vehículo, pero su vida no era útil ahora y pasó a convertirse en un bien prescindible como lo era casi cualquier soldado en la armada, especialmente para superiores fríos como Stanley. El aparatoso frente del vehículo del hombre apenas daba muestras de colisión, siendo su muy superior al Jeep en fabricación, sin mencionar la diferencia de pesos, y este queda debajo de las llantas del vehículo 4x4 por un momento, antes de que cayese por gravedad al suelo, causando un rebote igual de escandaloso..  La policía estaría aquí dentro de poco, aún ante la fuerza militar resultan ser poco eficientes  y honestos por lo cual la prisa era un factor para actúar. Ni bien había pasado dos segundos tras el choque y el peliblanco emerge del auto,su cuerpo estaba entero, sólido pese a la gravedad del daño y eso se lo podía atribuir con justa razón al cinturón de seguridad y a los materiales de la Chevrolet. Las bolsas de aire aún están hinchadas, apretando contra el asiento el cuerpo de la histérica directora, y no queriendo darle tiempo para que siquiera conceptuase la idea de salir del auto con alguna pirueta digna cualquier entrega de Duro de Matar, de la primera a la quinta, decidió  abrir fuego. Disparó una sola vez  a la nuca y la puntería milimétrica del teniente hizo el resto, ayudado por el láser que el arma incluye por defecto. Contrario a lo que muchos piensan, o lo que ella merece tras cometer un crimen considerado federal por muchas estrellas que tenga tu placa, no fue una bala lo que disparó, más la velocidad no le daba mucho que envidiar al proyectil.


Fue un dardo, ancladoa un largo cable metálico conectado a la pistola, cuya punta se clava en la carne como un anzuelo en la boca del pez

Esto no hace otra cosa, sino convertir su cuerpo en un megaconductor para los 1,800 voltios que inyecta en cada uno de sus nervios solo para empezar, puede agravar. Cada choque eléctrico que el teniente le daba a la presa de su arma es ejecutado en intervalos de tres segundos. Conforme el aprieta el gatillo y su meta no era otra que no fuera desgastarla física y mentalmente. Elijió esta arma por su infalible virtud de discapacitar los impulsos de su sistema nervioso central y por ende cualquier actividad actividad, podría parar un toro con los dardos correctos, y una mujer de la mitad de su peso no va a pasarla mejor. — Ten en cuenta que la única razón por la cual estás viva, cerdita, es para poner un fin a la división de monos. Que tu indisciplina peligrosamente infantil sea la voz de su incompetencia. — Dejó apretado el gatillo, que la corriente fluyera por el cuerpo de la "esclava" con toda libertad,seguro de que eventualmente la electricidad hará difícil mantener sus esfínteres cerrados por mucho tiempo. — Sería muy irresponsable de mi parte que no te matara en este instante. — Tomó rápida cercanía con ella sini perder de vista los movimientos que hace, no cometería el mismo error de pasar por alto tener enfrente a una auténtica sociopata, dicho muy lejano a ser halago era otra forma de decir que según su condena pasará los siguientes 10 años con un miembro de algún hombre del este de África atrapado en su recto si él lo quería — Podría, pero tómalo como un favor. Estamos a mano. — Otra descarga se ibera del arma al cuello de la directora, antes de que él la tomase del cabello de la nuca y la golpeara contra el volante del auto, ya la bolsa de aire estaba completamente desinflada. Con ayuda de su fuerza el teniente es capaz de sacarla del auto, arrastrarla al suelosin dar paz al gatillo del arma paralizadora. Aprovecha la atrofia muscular causada por la lectricidad para someter  la mujer, colocarla boca abajo y a falta de las esposas del principio, anudar un largo tramo de cable de cobre encontrado en el área del choque, armando un auténtico lío en sus muñecas, sabiendo que habrá de ocupar unas buenas pinzas y tiempo de sobra para liberar esas manitas.  — La siguiente descarga será igual, o peor que la del desfibrilador, y te la daré por 20 segundos. Mi armá está lejos de agotar la batería. — Dicho y hecho descargó su arma vez más en ella como de amar verla convulsionar., luegeo arrastró de sus negros cabellos asta lel asiento  del conductor, luego la empuja al del copiloto asegurándose obvio que no contara con nada que pudiera usar de arma, aunque duda que tenga fuerza tras el choque y las descargas. Aún su cuello está atado al cable,  y la mano de Stanley carga con el arma, sólo en caso de que ocupe detenerla sin necesidad de golpearla. 



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Mensaje por Alex Redznikov Dom Dic 13, 2015 8:21 pm

Que grano en el culo más hijo de puta se había conseguido. En serio, maldita mierda hedionda...Gracias a las drogas su cuerpo estaba totalmente relajado a la hora del choque. Golpeó el vidrio del puto Jeep con la cabeza y lo rompió de de una forma tétrica. Su cabeza se sintió pesada, todo le dio vueltas durante escasos segundos que seguramente fueron su única oportunidad de escapar no tan golpeada de aquel asunto. Pero no tuvo tanta suerte. Lo primero que alcanzó a hacer fue frenar el sangrado de su costado, todo indicaba que traía alguna costilla rota. Empezó a vomitar sangre sin control, fue un alivio cuando el teniente la saco a rastras del armatoste realmente jodido. Suspiro intentando recuperar lo que fuera, oxígeno, consciencia, el control sobre su cuerpo. Pero nada, aunado a eso se encontró con una estupida sensación de electricidad. Todo su cuerpo se tensó a la par de un demasiado chistoso ataque de convulsiones. La buena noticia es que no era tan malo, la habían torturado muchísimo durante varios años como para venir a morirse por una descarga eléctrica. Aunque sí era toda una gama de sensaciones lo que dejaba sentir ese juguete de el. Se estaba desangrando con demasiada rapidez, seguramente por las contracciones. Tardó otros cinco minutos en volver en sí, tomar la fuerza suficiente para azotar su cabeza contra el pavimento destrozando el dardo que unía la Taser con su cuerpo. Hecho eso ya habíamos solucionado el primer problema, el segundo fue lograr tomar distancia. Sus brazos no le respondían, tampoco sus piernas, cerro sus ojos por un momento y busco calmarse, después de todo pensar en escapar mágicamente era...Impensable. Y ella pensaba pasar un fin de semana tranquilo antes de empezar su verdadero trabajo.
—No I wont...Be afraid, no I wont share a tear, just as long, you stand, stand by me.—
Se estiró en el suelo sin preocuparse mucho por lo que pudiera hacer el teniente. Por el momento ella no iba a hacer nada tan tonto, siempre y cuando él se comportara
—So darling, darling...Stand, by me...Oh...Stand by me. Just stand, stand by me.—
Cerró sus ojos y abrazo sus piernas para calmarse y no empezar un genocidio. El albino había despertado sus más bajos impulsos, pero por más que quisiera no podía estallar más cosas o personas, de cualquier manera el ya no podía tocarla. Apenas llego la milicia también aparecieron varios miembros de su facción, de entre ellos una rubia alta y esbelta metida en un traje a la medida. La rubia se acercó con pasos marcados por unos tacones de aguja hasta el albino y la rusa. Apenas llego donde su jefa le soltó una mendiga patada mandándola a volar.
—Uh...—
Voló unos cuantos metros hasta el Jeep hecho añicos.
-Teniente. Hemos traído un nuevo automóvil, esperamos que con esto pueda dejar en paz el asunto con nuestra estupida directora.-
Rebecca, la asistente de Alex lanzó unas llaves a las manos del albino para compensar la pérdida. Después solo camino lejos del par al igual que toda su unidad, a los militares y policías les mostró órdenes de los altos mandos de no interferir y dispersarse. Así de fácil era limpiar los desastres de su jefa.
—La buena noticia es que tienes un coche nuevo, mierda albina. La mala es que los dos estamos ciertamente jodidos.—
A la hora de levantarse pudo notar que Becca había pegado una tercera nota en su espalda que decía. "¡Dejen de hacer estupideces!" Con la letra y firma de un alto cargo. Técnicamente desobedecer era pedir que los mataran en ese mismo instante.
—¿Un poco de café?—
Murmuró entre risas mientras recuperaba su pistola del Jeep y le dejaba la nota en la mano. Reincorporarse fue toda una odisea. Caminar al principio fue un dolor de cabeza. Estaba golpeada, sangrando y con un severo trauma en su sistema nervioso.
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